martes, julio 31, 2007

SOBRE LOS NOMBRES

Entrar en un lugar nuevo, donde las caras no nos son conocidas, donde todo es extraño e incluso nos genera cierta temor. Cuando, además, a ese lugar llegamos débiles, con dolor, mareados o ahogados, la alternativa más sana es la de aferramos a todo lo que nos remita a nosotros mismos. Sin embargo, por mas que buscamos la señal de lo idéntico, o en su defecto, la señal de lo conocido, en este espacio nuevo absolutamente todo nos obliga a reorganizarnos y ante la debilidad de nuestra alma, nos vemos abocados a sucumbir ante la ansiedad.

Ahora, a pesar de nuestra congoja – que es realmente evidente – en ese lugar, las personas que allí habitan, nos vapulean, chuzan, despiertan, importunan e irrespetan y por encima – y también por debajo – hasta olvidan que somos humanos.

Por ser humanos, somos tributarios de la estela que va dejando la subjetividad de las personas que rondan a nuestro alrededor. Una de las monedas que recibimos en tributo está condensada de forma contundente en nuestro nombre.

Lo cierto es que el nombre que nos dan se hunde en los orígenes de nuestra subjetividad, pues antes de saber quienes somos, nos llaman ya por esta marca sin que hayamos participado en su elección. Lo deciden por nosotros de acuerdo a las necesidades inconscientes y a los deseos que habitan dentro del entramado semiótico de nuestros progenitores.

Pues bien, al parecer en este lugar nuevo al que hemos llegado, la gente que viste de blanco -en ocasiones de gris y también de azul- parece olvidar la importancia de los nombres o quizás no les gusta el que tenemos, pues deciden cambiarlos, nuevamente en contra de nuestra voluntad, por un numero y algunas veces por nombres tan extraños como “IDX IAM o EPOC”

La señal de lo conocido, eso a lo que podemos aferrarnos, nuestro nombre, nos es arrebatado. Nos es cambiado y nos negado el derecho a reconocernos y a que nos reconozcan. El nombres es, tambien, aquello que forma al objeto y une a ese todo.

De ser posible, me gustaría que los nombres se gritaran a los cuatro vientos, como un secreto, delicia de chisme. Que sea pronunciado solo por aquellos que respiran, pues hemos decido que lo sepan.

En este lugar nuevo, desconocido, donde nos aferramos a la señal de lo conocido, podemos saber mucho de una persona, por como trata tu nombre, por como te llama, como deforma el nombre de otros o como los pronuncia.