lunes, agosto 23, 2010

Organizando

No puedo decir que fue calamitoso, tampoco puedo decir que no lo esperaba, menos que fue un complot. Simplemente ocurrió, pues era una situación demasiado inestable e incomoda para todas las partes que allí concurrian.

Era el señalador, la pua envenenada, ese que está siempre para mostrar el camino errado, la decisión equivocada; solo era cuestión de tiempo para que ese rol me diera una reconocida y merecida fama y por tanto, no fue demorado el momento en que las miradas que yo miraba y señalaba, se devolvieran entrecruzadas a mis espaldas para murmurar a los inseñalables como era que yo los señalaba.

Fui un toro herido, no obstante obstinado y aferrado a mi espacio, no cedía un centimetro de lo que pensaba me habia ganado.

Señalando y señalando señale al inseñalable. La altura ganada por el aire emanado por lampreas que chupan y soplan hinchan los cuerpos, siendo esta peligrosa situación para ellos, pues cuando se está tan inflado cualquier pua pone en riesgo la humanidad, produciendose ese efecto sonoro que ocurre cuando se deja escapar el aire de un cuerpo vacio hacia el exterior.

Es el costo de la pasión, de la defensa ciega de los argumentos y de las construcciones objetivas hacia el bien común. Cuando mi sentido tecnico y profesional fue callado fui envenenado, solo era cuestión de tiempo para cometer el siguiente error.