La búsqueda de maneras creativas para comunicar ha sido mi más acuciosa tarea durante los últimos años. Esta misión me ha llevado a considerar varias posibilidades sobre el origen de la misma permitiéndome ir transformando mis creencias sobre el funcionamiento de los procesos creativos. Trataré a continuación de plasmar brevemente como ha sido esta metamorfosis de mis acercamientos – muy distantes – sobre la creatividad.
Desde que tengo memoria, la lectura ha sido uno de los más apasionantes aspectos de mi vida, con ella he podido ir descubriendo como la existencia se conforma de una multitud de particulares puntos de vista. Sin embargo, cuando me encontraba frente a una excepcional obra, las maneras que allí se consignaban, me hacían sentir un abrumador peso que me orientaban a pensar que ese trabajo solo era posible por la genialidad de su escritor. Entendía entonces que la genialidad era un don que se construía gracias a las experiencias de vida que la persona había tenido, haciendo que sus procesos creativos – no solo en la escritura – fueran el resultado de esas azarosas combinaciones que se iban estructurando en la personalidad de esos geniales sujetos.
Así como estaban las cosas, vedé el campo de la escritura o de cualquier opción de crear. Me limité a observar como un mundo maravilloso se iba armando a mí alrededor y del cual yo solo era un espectador que pacientemente debía esperar a que este se me manifestara
Fue posteriormente, pero no mágicamente, sino proceso de un proceso mío, que pude comprender como los sujetos, yo sujeto podía frente a un objeto mediado por un otro experto, ir descubriendo los funcionamientos que los definen.
La creatividad en el campo de la escritura era entonces un objeto al que yo podía acceder gracias a la intervención de otro. La oferta de la asesoría permanente, los grupos de discusión y apoyo en la reescritura son los elementos fundamentales para un andamiaje escalonado en el eterno ejercicio de crear.
Sé muy poco de los procesos propios implicados en la tarea de escribir, es por eso que participar en un juego colectivo para la construcción de mis propios procesos en la tarea de escribir es una oferta tentadora y las ofertas tentadoras no se pueden rechazar.
